Análisis

Analisis de Octopath Traveller ii y el amor al pixel

El viaje que no apetece terminar

Octopath Traveler fue uno de los descubrimientos más gráciles que he realizado como jugador en los últimos años. Siempre he convivido muy sanamente con esa idea de que lo más bonito del viaje es el camino. Esa era la frase final de este juego. La aventura de Square Enix entraba por los ojos gracias a su apartado artístico, pero te quedabas en ella al encontrar esa magia que homenajea a una época del videojuego que ya pasó, pero cuya leyenda aún pervive. No hablo solamente del combate por turnos —que sigue generando un enorme interés y reportando muchos millones a varias empresas—, ni siquiera de los personajes arquetípicos del JRPG. Es una traza, un regusto a joya del pasado, aderezada con muchos componentes modernos para que el jugador actual —como yo— lo digiera de una mejor forma.

Entraba a la segunda parte de Octopath Traveler sabiendo que quería mejor de lo mismo, porque la fórmula funcionaba perfectamente, pero necesitaba algún retoque extra aquí y allá, que se ha aplicado y convierte a esta experiencia en una de las más enriquecedoras aventuras JRPG de corte clásico que se pueden experimentar a día de hoy.

Tenemos lo de siempre, un sistema de combate por turnos con la mecánica de aturdimiento que sigue funcionando a las mil maravillas, la posibilidad de añadir un segundo trabajo a los personajes para hacer que su abanico de habilidades sea aún mayor, combates en los que prima la estrategia por encima de cualquier otra cosa, etc. Lo que hace que Octopath Traveler II sea algo diferente, son sus carismáticos personajes que tienen aún más encanto que los de la primera parte.

Si antes hablamos de arquetipos, esta segunda parte los mantiene, pero a la vez intenta darles más profundidad creando personajes tremendamente contradictorios para con sus oficios. Temenos es un sacerdote que cuestiona el dogma y un muy hábil detective, Throné es una ladrona que odia su vida y se odia a sí misma por no ser capaz de huir de ella, Osvald es un erudito cuya racionalidad ardió junto con su mujer y su hija y que ahora busca venganza contra el que lo acusó falsamente de asesinato. En Square Enix han hecho un trabajo de construcción y diseño de personajes digno de admirar. En la primera parte, los protagonistas no tenían tanta personalidad visual, lo que hacía que los confundiéramos y dificultaba la unión entre estos y el jugador —aspecto clave en un JRPG en el que contamos con un grupo de personajes—. En esta segunda parte, consiguen que sean fácilmente identificables visualmente con colores u ornamentos más llamativos, que nos aprendamos sus nombres y que empaticemos con ellos de una manera mucho más orgánica que en la anterior aventura. Da la sensación de que el estudio se ha soltado un poco más la melena en lo que a caracterización se refiere. Partitio, Ochette, Agnea o el ya mencionado Temenos tienen personalidades que los hacen inolvidables tras un par de decenas de horas junto a ellos. Otros como Hikari —mi gran favorito—, Castti, Throné u Osvald tienen un carácter más taciturno, aunque no por ello menos encantador. La gracia de esto, es que los guionistas son conscientes de que estos tropos de personalidad sirven para generar sinergias muy entrañables y siempre juntan a un personaje dicharachero como los cuatro primeros, con otro más serio y reflexivo como los últimos; en esta especie de mini historias cruzadas que rara vez tienen peleas desafiantes, pero que crean conexiones y vínculos muy poderosos entre los personajes y el jugador. Este trabajo de diseño narrativo va mucho más allá y se convierte en una parte central de la experiencia de juego.

El diseño de combate es sublime y tremendamente satisfactorio cuando se logra dominar. Cada encuentro cuenta con un componente estratégico que puede llegar a ser decisivo, hasta en combates muy por encima del nivel de nuestros personajes. Existe una gran cantidad de atajos y habilidades de cada protagonista que facilitan mucho los combates a los neófitos o a quien le resulten demasiado arduos —Octopath Traveler siempre se ha caracterizado por ser desafiante—. Pero cada uno de ellos es perfectamente soluble dedicando un par de intentos a estudiar al jefe y sus secuaces y adaptando la estrategia a sus debilidades. La mejor baza para conseguir un timing correcto sigue siendo poder aturdir a los enemigos, para evitar ataques poderosos que puedan acabar con nuestra batida de héroes rápidamente. Esta segunda parte sigue la estela de la primera, demostrando que no todos los combates en un JRPG son una carrera de velocidad.

Esta segunda parte cuenta, además, con un añadido muy interesante: un ciclo día/noche que podemos manipular a nuestro antojo dependiendo de las situaciones, presionando un botón. Como ya pasaba en la secuela, cada personaje cuenta con unas acciones de senda que le permiten interactuar con el mundo de una manera específica. Partitio puede comprar con dinero los objetos que tengan los NPCs, Ochette puede capturar bestias durante los combates y Throné puede robar los objetos que no nos apetezca comprar con Partitio. En esta segunda parte, sin embargo, cada personaje puede llevar a cabo una acción por el día y otra distinta por la noche, lo que añade aún más variedad y posibilidades de interacción. Este cambio también permea de manera brillante a los combates: la dificultad de los enemigos por la noche será mayor y algunos personajes cuentan, también, con habilidades pasivas para aprovechar de mejor manera la hora del día en la que nos encontremos, con lo que también se trata de un componente que queda al servicio de la estrategia para que el jugador lo aproveche como considere.

El apartado visual sigue siendo una seña de identidad de esta franquicia y una delicia gráfica de la que ojalá alguna otra empresa multimillonaria que hace juegos por turnos aprendiera. En lo tocante al apartado sonoro, el maestro Yasunori Nishiki ha vuelto a componer una banda sonora que debería ser ilegal de lo buena que es, que ayuda mucho a que el jugador quede inmerso en un viaje por un mundo lleno de secretos y de peligros, pero sobre todo, de caminos por recorrer. Esto último me hace estar en un dilema: por un lado, quiero seguir desentrañando las historias de todos los personajes y que consigan aquello que les hizo emprender este camino, pero por otro quiero que sigan viajando hacia él y que el viaje sea largo, de manera que la espera por Octopath Traveler III se me haga lo más corta posible.