Análisis

Midnight fight express: frenetismo estilizado

Las caras. Hostiale las caras

De un tiempo a esta parte, el subgénero de acción indie se ha extendido como la pólvora. A día de hoy, el público está bien acostumbrado al frenetismo, la estética llamativa y las tramas minimalistas que estos videojuegos presentan, y prácticamente cada año se espera que al menos un par de estos hagan acto de presencia y se roben el show durante algunos días. Y si bien Sifu es no solo el mejor videojuego de acción indie del año pasado, sino directamente el mejor videojuego del pasado año, también hemos tenido el placer de disfrutar del tecno y la violencia de Midnight Fight Express.

Esta pequeña obra, creada por un pequeño equipo dirigido por Jacob Dzwinel con el motor Unity, consiguió atraer la mirada del respetable en alguna que otra conferencia gracias a su espídico tráiler, que mezclaba música machacona y violencia estilizada de forma tan típica como llamativa, y al confirmarse que se lanzaría en Game Pass desde el día 1, los enfermos del género (como por ejemplo yo) comenzaron a salivar furiosamente ante la promesa de una nueva sucesión de tiros, golpes y explosiones. Y me congratula informar de que estamos de suerte, porque Midnight Fight Express es justo lo que cabría esperarse de él.

La trama comienza con un chaval siendo interrogado por dos policías estereotípicos que al menos son agradables de ver. El chaval al que interrogan es el protagonista, un tal Babyface, que relata su historia a los agentes. Básicamente, un día se encontraba en su casa, llegó un paquete, y ese paquete contenía un dron que hablaba, y que le instó a acabar con el crimen en la ciudad. Como premisa no es mucho, pero a nadie le importa, porque en el momento en el que el primer tema de la BSO rompa y aterrices en una azotea llena de enemigos, no importa ni quién eres ni por qué estás ahí, solo importa lo que vas a hacer: acabar con todos.

Combatir en Midnight Fight Express es, ante todo, frenético. Puedes saltar de un enemigo a otro con facilidad, los puñetazos y patadas son impactantes y satisfactorios y, estés donde estés, tendrás a tu alcance un enemigo al que golpear o un objeto que arrojar. Si unimos esto a la corta duración de los niveles (entre cinco y diez minutos cada uno), obtenemos una experiencia directa y compacta, menos adictiva que algo como Hotline Miami, pero aun así fácil de empezar a jugar y pasarte ocho misiones de una sentada sin darte cuenta. El propio sistema de combate es sencillo, con un golpe débil, un golpe fuerte, la posibilidad de hacer combos con ambos, y los esperables esquives, bloqueos, parrys y agarres. Los diversos tipos de enemigos y situaciones nos obligarán a alternar entre todas esas posibilidades, y las armas que podemos encontrar por el escenario nos darán la potencia necesaria para sentirnos aún más poderosos que de costumbre, siendo el climax esas armas de fuego que otorgan una sensación de invencibilidad que dura tan poco como el cargador que las alimenta.

El loop de satisfacción jugable se cierra con un árbol de habilidades bastante sencillo. Cada vez que superamos un nivel conseguimos un punto que podemos utilizar para conseguir habilidades tan dispares como ejecuciones con armas de fuego o la capacidad de deslizarnos. De este modo, entras a cada nivel con ganas de probar esa nueva habilidad que has desbloqueado, lo cual aporta un sentimiento de novedad que dura más o menos hasta casi el final del nivel, momento en el cual estarás en mitad de un combate, acabarás con todos los enemigos, y el acto de superar el nivel te dará el punto necesario para que este bucle se repita una vez más.

La historia es, como suele ser habitual en estos juegos, sencilla. A la estructura no lineal se le suma el dron que nos acompaña, que se encarga de dar al jugador la exposición necesaria para que los sucesos te interesen un mínimo. Hay giros de guion de telenovela, villanos de cómic y buenas cantidades de diálogos absurdos, con intentos de comedia que más que graciosos son simpáticos, algo así como una forma aguada del clásico humor post-moderno estilo Rick y Morty. En la otra cara de la moneda se encuentra todo lo relacionado a la ambientación y el ritmo. Al tener una trama tan simple como <<Personaje recorre una ciudad acabando con absolutamente todos los criminales que la pueblan>>, el videojuego se permite cambiar de ambientación, enemigos y armamento cada vez que le place, aprovechando también el anárquico estado de la ciudad en cuestión. De este modo, es probable que en un nivel te encuentres en un muelle lleno de supuestos piratas que atacan con sables y trabucos, para inmediatamente después protagonizar una huida en moto acuática, pasar a una guerra de bandas y acabar en un bar estilo años 50 lleno de policías corruptos. Cada nivel es un ambiente totalmente distinto con nuevos enemigos, nuevas armas e incluso micro novedades como manejo de vehículos o secciones de torreta. Incluso la propia jugabilidad introduce novedades más allá del sistema de mejoras, con las adiciones de un revolver que puede usar distintos tipos de munición y funciona por enfriamiento, así como una soga estilo Scorpion para atraer a los enemigos. Me recuerda al DMC de Ninja Theory, que añadía cambios y novedades incluso en su último nivel. Es una filosofía de diseño genial, y en el caso de Midnight Fight Express ayuda enormemente a que el videojuego no aburra en ningún momento, a pesar de contar con un núcleo jugable (el combate en sí) que no cambia en prácticamente las seis horas que dura.

Como pequeño apunte, es preciso hablar sobre el apartado político del juego, pues cualquier obra que se ambiente en una ciudad presa de la anarquía acostumbra a tener cierto elemento de crítica social. Y, en el caso de Midnight Fight Express, tengo opiniones encontradas. Por un lado, es un videojuego en el que la policía es corrupta y la iglesia persigue a todo aquellos a quienes consideren “progresistas” y “antifascistas“, además de un par de momentos donde se compara a los villanos con los nazis. Y eso mola, los videojuegos deberían ser más abiertamente políticos (y más abiertamente de izquierdas, porque Call of Duty lleva siendo politico desde hace años, pero en plan Qanon). Pero en el nivel inmediatamente siguiente al de los curas fascistas tienes un gag que ridiculiza a dos hombres por ser musculosos y homosexuales. Es extraño, y me genera cierta disonancia, aunque no tanta como para resultar molesto.

Entendidas sus aspiraciones, no hay mucho realmente negativo que sacar de Midnight Fight Express. El apartado gráfico es modesto, pero el motor Unity no es precisamente Unreal Engine 5. El humor no es demasiado brillante, pero adorna bien los momentos que suceden entre combate y combate. Y su banda sonora puede no ser del gusto de todo el mundo, pero acompaña bien el frenetismo que intenta transmitir por medio de su kinestética.

Poco queda por escribir acerca de esta obra. Es básicamente un caramelito para todo fan del cine de acción, así como de los videojuegos independientes de acción estilo Hotline Miami o Ruiner, más aun si eres usuario de Game Pass, pues apareció en el servicio de Microsoft desde el día de su salida.