Lemmy se nos ha ido. Recordémoslo con Brutal Legend

Birras en alto y musica a toda leche

En un dialogo de Cabezas Huecas (Airheads, 1994), se preguntaba quien ganaría en un combate entre Lemmy y Dios. Era una pregunta trampa, por que como nos explican en esa misma conversación, Lemmy ES Dios. Por desgracia, hasta los dioses tienen que pasar en algún momento al otro lado, y hoy le ha tocado al señor Ian Kilmister tomar la barca de Caronte.

Seamos francos. La Muerte tuvo que recibirlo con un “YA ERA HORA, COÑO”, porque llegar a los 70 con diabetes y enfermedades cardiovasculares, bebiéndose hasta el agua de los floreros, tirándose a todo lo que se moviera, fumando como un carretero, y dejando las reservas de speed y cocaína bajo mínimos allá por donde pasaba, sin bajar el ritmo en ningún momento de su vida hasta mas o menos los últimos años, y aun así, es digno de mención y alabanza. Lemmy vivió como quiso sin darle explicaciones a nadie y sin ningún remordimiento por ello. Hizo del rock & roll su forma de vida, por que él era rock & roll puro y duro. Pasaba de modas y mierdas, y si quería hacer (como dicen algunos) el mismo disco 22 veces con ligeras diferencias, es lo que el hacia por que le salia de los huevos. Y parece que el querer irse al poco de cumplir los 70 fue mas bien decisión suya por que seguramente escuchó que la cerveza esta mas fresquita en el otro lado.

¿Y por que escribo una noticia no relacionada con videojuegos? Fácil. Por circunstancias de la vida, Brutal Legend esta tirado de precio en las rebajas navideñas de Steam, y Lemmy formó parte de él. Así que no me hagáis daros de hostias y si no lo tenéis, id a comprarlo ya mismo. El juego solo esta a 1.49€, pero haceros el favor de ignorar esa oferta y comprar la de 1.99€ que incluye juego y banda sonora. Brutal Legend es el sueño del metal ideado por Tim Schafer al que no se le ha hecho suficiente justicia, y ahora es el mejor momento para disfrutarlo. Hacedlo por vosotros, y no por Lemmy, porque seguramente a él le hubiese importado una mierda. Pero al menos lo tendremos siempre ahí diciéndonos lo mucho que le gustan las cuerdas del bajo, gruesas como el brazo de un bebé.